viernes, 23 de julio de 2021

Blancanieves

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I

La vida de Cenicienta era triste y monótona, pero eso mismo que podría parecer muy negativo a ella le proporcionaba si no autoestima, sí seguridad. Por otra parte, a pesar de lo anterior, Cenicienta tenía un carácter dulce y un gran sentido de la empatía, que trasmitía con facilidad.

Desde que sus padres le habían sido arrebatados en aquel odioso accidente en que un camión cuyo conductor estaba bajo los efectos de estupefacientes arrolló su automóvil, cada día los añoraba más. De hecho no pasaban muchos días sin que fuera a visitar su sepultura, y allí, al pie de aquel fresno que le daba sombra, abría su alma y vertía sus confidencias con la seguridad de que su madre la escuchaba, esperando encontrar sus consejos en el fondo de su corazón. Mucho añoraba su ternura, y la rectitud y el cariño de su padre.

Tras su orfandad, todavía niña fue acogida por una tía paterna, viuda y con dos hijas. Su tía no se parecía en nada a su padre. De carácter hosco, era muy envidiosa, siempre estaba amargada y enfadada contra el mundo, y procuraba encargarle las tareas más ingratas de la casa. Sus primas, orgullosas y engreídas parecían creerse sendas reencarnaciones de la reina de Saba, y la ignoraban totalmente, sin hacer el más mínimo esfuerzo por integrarla en su mundo infantil, lo que de alguna manera hubiera suavizado su dolor.

Así que Cenicienta se encerraba en si misma y sus estudios. Sin amigas verdaderas, y tratándose solo muy superficialmente con alguna compañera de estudios, no tenía ninguna vida social. Eso unido a su inteligencia natural facilitaba que avanzase en sus estudios con brillantez y excelentes calificaciones, lo que alimentaba aún más la sorda inquina de su tía y sus primas.

Cuando alcanzó la mayoría de edad y pudo tomar sus propias decisiones, gracias a su tierno carácter y su excelente curriculum académico no le fue difícil encontrar un trabajo de becaria en una importante, si no la más, editorial de la capital. Además, como no tenía ningún tipo de vida social y los estudios los llevaba con mucha facilidad, lo que le significaba tener mucho tiempo libre, se buscó para los fines de semana y festivos un trabajo de camarera en una conocida cadena de comida rápida.

Todo ello le permitió adquirir una mínima autosuficiencia económica, y poder abandonar el aquelarre en el que estuvo aprisionada durante estos últimos años. Alquiló un minúsculo estudio en las afueras de la ciudad y pudo acceder a una vida que además de libertad le proporcionaba tranquilidad. ¡Casi nada!. Por si fuera poco, los habituales y largos desplazamientos en el transporte público, añadido a los conocimientos colaterales que iba adquiriendo en su trabajo en la editorial, le permitían ir adentrándose en el maravilloso mundo de la literatura.

El trabajo era rutinario, pero a ella le parecía apasionante por el ambiente y los personajes entre los que se movía. Había ingresado como becaria y asignada al departamento de distribución, quizá el menos artístico de la casa. Su trabajo consistía en controlar que los distintos pedidos eran enviados en la fecha contratada y después que eran recibidos adecuadamente y de todo ello llevar unos rutinarios registros. Más por otra parte dado su carácter empático y servicial sus compañeros le pedían constantes favores que ella satisfacía con alegría y presteza, e incluso la utilizaban para tapar o justificar pequeños errores del día a día, lo que le iba granjeando la simpatía de todos.

Cenicienta estaba contenta. Al haberse librado del ambiente opresor en que había vivido era como si le hubiesen quitado una enorme losa de encima de su ánimo, y se tornaba cada día más alegre. Continuaba yendo a visitar la sepultura de sus padres y contándoles sus sentimientos con la seguridad de que ellos la escuchaban y ahora se alegraban de su nueva disposición de ánimo.

Todo ello hacía que su carácter y el trato con sus compañeros fuese cada vez más abierto, especialmente con Paloma, la secretaria de dirección de libros artísticos, el departamento de élite y más admirado de la casa.

Paloma era todo lo contrario a Cenicienta. Proveniente de una familia acomodada y con muy buenas relaciones había estudiado lo justo para obtener, eso sí, una brillante licenciatura en artes, y posteriormente, gracias a las influencias de la familia, su actual puesto de trabajo, envidia de toda la plantilla de la editorial.

De carácter extrovertido y jovial, era de natural agraciada y elegante, además de ser muy cuidadosa con su aspecto físico. Conocía a todo el mundo y sus historias, y mantenía una dilatada y muy activa agenda social.

Inteligente y de fondo bondadoso había sabido adivinar las virtudes de Cenicienta, y enternecida por su innata tristeza se había acercado a ella intentando animarla y ayudarla en su vida laboral. Así que pronto trabaron una sincera amistad que les llevaba a compartir sentimientos y confidencias y en la que Paloma trataba de alegrar a Cenicienta convencerla para que se incorporase a una vida social más activa, algo que la timidez de Cenicienta rechazaba. Estaba, eso sí, muy contenta de compartir a menudo con Paloma la hora de las comidas del mediodía, en las que tenían alegres charlas y con las que ambas intimaban cada vez más, pero cuando Paloma le proponía algún plan para después del trabajo Cenicienta educadamente lo rechazaba, y todo más aceptaba compartir un café de media tarde antes de volver a su pequeño apartamento y a sus estudios.

 

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II

Llegó el verano y con él se aproximaba un acontecimiento especialmente esperado por el personal de la editorial. Todos los años D. Juan, su dueño  y del amplio conglomerado de empresas que giraban alrededor de ella, gustaba de celebrar su onomástica organizando una gran fiesta en el amplio castillo medieval de su propiedad, sito en una villa próxima a la ciudad.

El lugar era de ensueño. El castillo, que databa del siglo XV,  había sido restaurado hasta en sus más mínimos detalles conservando todo su esplendor original, y al propio tiempo dotándolo de todas las medidas de confort actuales, sin tener nada que envidiar al más lujoso establecimiento hotelero.

A su vez estaba rodeado por una generosísima extensión de terreno donde abundaban paseos bajo frondosas arboledas, amplios jardines con abundante dotación floral y hasta de un riachuelo que se remansaba formando un lago que proporcionaba un espacio pleno de serenidad y paz. Diversas especies de pájaro, sin que faltasen las cigüeñas, tenían allí sus nidos y amenizaban el ambiente con las música de sus trinos. Liebres y hasta algún ciervo sorprendían al visitante con sus cercanas carreras. Todo ello ponía de manifiesto la buena conservación natural del entorno.

El castillo, además, en todos los eventos que las empresas de D. Juan en él celebraban, estaba atendido por una de ellas, a la sazón la más prestigiosa en restauración gastronómica de la ciudad.

A la fiesta eran invitados no solo todos los componentes de la empresa con sus parejas, sino también los autores que componían la nómina de las publicaciones de la editorial, así como otros muchos a los que se quería agasajar y captar, junto con gentes del mundo de la crítica y el periodismo. Todo el que era alguien en el ámbito de las letras recibía su invitación. También en ocasiones acudían figuras de otras artes, como las plásticas, la música o la danza. Todos tenían cabida en las muy numerosas estancias del castillo y los diversos establecimientos adyacentes que componían la propiedad. El festejo duraba hasta el día siguiente, y en ocasiones se prolongaba hasta un tercer día si los invitados se animaban a continuar.

En definitiva, era el evento social de la temporada, y con el que no solo se rendía homenaje de respeto y agradecimiento a D. Juan, sino que se inauguraba la estación del verano, con lo que de vacación y descanso conlleva. Además en esta ocasión se añadía una circunstancia más, de gran significado para D. Juan y la empresa. Ciro, hijo único de este y por tanto destinado a ser el heredero universal del gran imperio editorial, regresaba de Estados Unidos tras tres años de intensa formación en importantes universidades en el ámbito de la literatura y los negocios editoriales. Se incorporaría a la empresa en la temporada siguiente. Y aunque su padre quería que lo hiciese sin privilegios, desde puestos inferiores y a poder ser pasando de incógnito, era evidente que más temprano que tarde llegaría a los más altos puestos de dirección.

Siempre que llegaban estas fechas Paloma estaba cada día más emocionada pues sabía que era una jornada muy divertida de la que podría disfrutar no solo con sus compañeros de trabajo sino con muchos y muy interesantes personajes, bastantes de ellos ya conocidos por sus relaciones familiares. En esta ocasión, además, quería transmitirle toda su emoción a su amiga Cenicienta, y conseguir que al fin venciese su timidez y se introdujese en el mundo de las relaciones sociales.

Sin embargo Cenicienta, aunque le agradecía a su amiga el interés que ponía en ella y no quería desairarla, no estaba muy segura, e incluso pensaba en buscar una excusa educada para no acudir, segura además que dada su insignificancia nadie se percataría de su ausencia ni la echaría de menos. No sabía como desenvolverse en ambientes como el que allí se formaría, y además tampoco tenía ni el vestuario ni los complementos apropiados a la ocasión.

-Ni lo sueñes -exclamó Paloma, fingiendo indignación -para eso estoy yo aquí. Seré tu personal shopper y este fin de semana dejamos zanjado el tema del vestuario, los complementos, el maquillaje y la peluquería. Y esto no es negociable. Pues faltaría más!

 

 

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III

 

Y llegó el gran día de la fiesta.

El castillo y todos sus alrededores estaban envueltos en un atardecer transparente en el que los colores de la puesta del sol parecían ir armonizándose con la iluminación de los jardines hasta componer una sinfonía de  tonalidades suaves y sugerentes que invitaban al disfrute de la relajación y la comunicación entre los invitados. Al fondo una orquesta de cuerda contribuía a completar el ambiente con una música suave y tan acariciadora como la brisa que, sin molestar, aliviaba los rigores de la temperatura ya veraniega.

Mientras los invitados iban llegando una legión de camareros distribuían exquisitas creaciones gastronómicas y estimulantes bebidas.

En un determinado momento, ni demasiado pronto ni demasiado tarde para no llamar la atención pero tampoco  desairar la etiqueta, llegaron Paloma y Cenicienta a bordo del deportivo automóvil de la primera. Ambas eran personas discretas y además eran conscientes que entre los asistentes figuraban personajes de la vida social de mayor repercusión mediática. Pero no lo consiguieron. Estaban bellísimas. Esbeltas, irradiaban juventud y elegancia, con sendos trajes de noche de exquisito diseño, sin ser ni extravagantes ni provocativos.

Pronto comenzaron a formarse corrillos de conversación entre los que Paloma, conocedora prácticamente de todos los invitados, se movía como pez en el agua e iba haciendo las presentaciones de Cenicienta. Las damas asistentes, siempre muy observadoras para estos menesteres, fueron pródigas en alabarles la elegancia de sus atuendos, destacando no solo los vestidos sino la perfecta conjunción con los complementos, y muy especialmente los zapatos.

A medida que transcurría la noche Cenicienta empezaba a sentirse relajada y contenta, satisfecha por haber cedido a los consejos de su amiga Paloma, que ni un solo momento dejo de estar pendiente de ella. Pero también comenzó a moverse entre los distintos corrillos al ir conociendo a las personas y también porque acudían a ella, demandando su conversación, que se iba volviendo más fluida, impresionando a todos por su discreción, sentido y amplia cultura.

Evidentemente entre los jóvenes se establecía una especial afinidad, por lo que en un momento dado coincidieron en el mismo grupo Cenicienta y Ciro. Este quedó sorprendido con el conocimiento que ella tenía de la sociedad y modo de vida norteamericanos, y mucho más cuando a su requerimiento le confesó que nunca había visitado tal país, pero que uno de sus campos de interés era la geografía social. Y lo mismo sucedía con sus manifestaciones artísticas.

La conexión que se estableció entre ambos no podía pasar desapercibida para una persona muy observadora como D. Juan, máxime cuando este se percató de que, él que se preciaba de conocer prácticamente a toda su plantilla, en este caso no sabía nada de ella. Por ello, como también había observado la especial relación que Paloma mostraba con ella, hizo un aparte discreto, y le preguntó:

-Paloma, dime quien es esa chica con la que tanto habla mi hijo, y que yo no conozco?

-Tiene buen ojo, D.Juan -contestó Paloma, que sabía que podía tener ciertas confianzas con su jefe -es uno de los diamantes de su plantilla. Pero ciertamente es posible que no la conozca porque lleva muy poco tiempo en la empresa. Además es muy discreta y le gusta pasar desapercibida. Es la nueva becaría del departamento de distribución. Pero es persona de grandes capacidades. Y en cuanto a su hijo -continuó Paloma, mientras le guiñaba un ojo humorísticamente -no se preocupe. Cenicienta, que así se llama, es extremadamente recta y honrada.

-Cenicienta, curioso nombre -replicó D. Juan -Paloma, tú que tienes gran tacto podrías presentármela discretamente?

-Por supuesto, D.Juan. Buscaré el momento oportuno, no se preocupe. 

Y dicho y hecho. Paloma se acercó a Cenicienta y, so pretexto de dar un paseo y charlar un rato, maniobró para introducirse en el campo visual de D. Juan a una distancia acorde con las normas de la cortesía.

-Qué tal lo estás pasando, Ceni? -así la llamaba siempre coloquialmente Paloma, a tiempo que le regalaba una sincera sonrisa -estás a gusto?

-Sinceramente sí, Paloma, y te agradezco mucho que me hayas animado a venir -le contestó Cenicienta -es estupendo encontrar y charlas con tan interesantes y cordiales personajes.

-Ves?, te lo decía, estaba segura que ibas a disfrutar.

En ese momento oyeron la voz de D. Juan:

-Paloma, por favor, podéis acercaros?

-Por supuesto, D. Juan. Muy buenas noches y felicidades, por su onomástica, y como siempre por el acierto de esta maravillosa fiesta.

-Muchas gracias, Paloma. Tú siempre tan encantadora y atinada. Y ahora, querrías presentarme a tu amiga, que se está convirtiendo en la estrella de la noche?

-Faltaría más, D. Juan. Cenicienta, Ceni para mí, es, a parte de una de las más eficaces trabajadoras de la empresa, una de mis mejores y más admiradas amigas por su estupendo carácter y por sus amplísimos conocimientos. Becaria en el departamento de distribución y con una doble licenciatura en Bellas Artes y en Sociología. 

Y dirigiéndose a Cenicienta continuó:

-A D. Juan no necesito presentártelo, verdad?. Eso sí, y él sabe que lo digo con toda sinceridad, D. Juan es un gran jefe, y persona en quien siempre podemos confiar.

-Bueno, Paloma, todos sabemos de tu buena educación, y también sabemos de tu sinceridad, por lo que te agradezco tus palabras.

Y continuó:

-Y tú, Cenicienta, y te tuteo si me lo permites, no por establecer rangos, si no por la edad, me permites también que te llame Ceni, por la confianza que ambos tenemos en nuestra común amiga Paloma?

-Por supuesto, D. Juan, y es un honor conocerlo, y sus palabras. Y aprovecho también por felicitarlos por los motivos que expresó Paloma, y agradecerle la invitación a esta magnífica fiesta -expresó Cenicienta.

 

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IV

 

Al día siguiente Cenicienta despertó temprano. Tras asearse y recoger su equipaje, escribió una nota de despedida para Paloma que le introdujo por debajo de la puerta de su habitación, pues no quería ni despertarla ni incomodar su intimidad.

Bajó al comedor para el desayuno, estaba recién abierto y aún vacío. Se sirvió un abundante plato de fruta variada y una taza de humeante y oloroso café, y se sentó en una de las mesas de la terraza, dispuesta a disfrutar de las vistas del amplio jardín, y del silencio solo roto por los cantos de los pájaros. Con el amanecer aún reciente, el aire limpio transmitía fragancias de las flores. Se regocijó con ambiente y los agradables recuerdos de la fiesta.

Había pasado no muchos minutos ensimismada en este ambiente cuando apareció Ciro:

-Buenos días, Ceni. Parece que somos los únicos que madrugamos. Puedo sentarme en tu mesa?

-Por supuesto -contestó ella -y esa forma de madrugar?. Costumbres americanas o de natural en tí?

-Un poco de todo. Me gusta aprovechar el tiempo, y parece que por las mañanas estira un poco más. Quiero acercarme hasta  la biblioteca de la universidad a recoger bibliografía, a ver si por fin acabo mi trabajo de tesis. Y tú?

-Un poco lo mismo. Me gusta adelantar los temas de estudio los fines de semana, así durante la semana estoy menos estrenada con el trabajo. Además en la cafetería  del trabajo complementario tengo turno de tarde. 

-Vaya, eres admirable. Qué ritmo de vida! -exclamó Ciro.

-Bueno, supongo que parecido al tuyo, verdad? -replicó Cenicienta.

-Pues la verdad es que sí. En fin, son los tiempos que nos toca vivir. Bueno, como yo también me voy, si quieres te acerco, sin prisas, que yo tampoco la tengo.

-Pues te lo agradezco, Ciro. Iba a pedir un taxi pero casi mejor acepto tu invitación. Por mí parte, nos podemos ir cuando tu quieras. Ya tengo mi maleta hecha.

Durante el viaje continuaron una animada conversación, compartiendo opiniones e intereses cada vez más coincidentes. Al llegar al portal de Cenicienta se despidieron amigablemente sabiendo que habían encontrado una sincera y alegre amistad.

 

…y colorín colorado…  

…vuelve el pobre a su pobreza, vuelve el rico a su riqueza, y el señor cura a sus misas….  (Fiesta.- J.M. Serrat, 1969)

 

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