lunes, 10 de julio de 2023

DÑA. REALIDAD

I

Dña. Realidad era lo que podríamos denominar una dama elegante. 

Su perfil, cuello y espalda rectos y hombros erguidos expresaban determinación a la par que serenidad contenida. Todo ello se complementaba con un andar sereno e irrenunciablemente constante y, como ella reivindicaba, siempre con los pies en la tierra. 

Su indumentaria, como no podía ser de otra manera, era discreta tanto en formas como en colores, casi siempre en tonalidades grises y con una cierta tendencia a la repetición. Salvo en muy obligadas e inevitables ocasiones huía de afeites y adornos.

Es cierto que en ocasiones había pensado que le gustaría vestir alguna vez colores más vivos y alegres y utilizar algún complemento distinguido en forma de collar, colgante, pendientes o sortijas, pero no es menos cierto que los humanos le ofrecían pocas ocasiones para tales desahogos, por lo que con facilidad los desechaba y volvía a sus rutinas habituales. 

En consonancia con todo lo anterior su carácter tendía a alejarse de las efusiones de alegría. Era seria, en ocasiones en demasía, al punto que a veces era mal comprendida e incluso tildada de injusta. Sin embargo, su carácter, en general monótono, tendía a ser de natural pacifico, aunque en ocasiones, y sin ninguna causa justificada, le surgía de su interior una rabia inevitable que la llevaba a ser violenta con los humanos, sobre todo con los más débiles e indefensos, y esto le conducía a sentir gran desazón y arrepentimiento.  

Aunque también, a fuer de ser ecuánimes, algún humano, eso sí, minoritario, se dejaba llevar por un atávico impulso de conocerla algo mejor lo que le proporcionaba una más o menos breve alegría que ella devolvía con un beneficio para el resto. 

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II 

Como cada mañana Dña. Realidad se miró en su gran espejo de cuerpo entero para comprobar que todo en su figura e indumentaria estaba como tenía que estar. Era entonces cuando se hacía la pregunta que tanta curiosidad, que no desazón, le causaba: 

– ¿Qué pensarán los humanos de mí? 

Parecía un día agradable, se veía que la primavera se estaba consolidando. Un sol límpido iluminaba el paisaje dando un mayor brillo a los colores al tiempo que una muy tenue brisa evitaba que el incipiente calor molestase. 

-El día perfecto para dar un sosegado paseo, observar a las personas y tratar de conocer sus opiniones – pensó para si Dña. Realidad. 

Dicho y hecho. En poco tiempo, sin apenas darse cuenta, sus pasos la habían conducido hasta la plazuela de Santa Inés. De forma rectangular y acceso exclusivamente peatonal su suelo empedrado estaba rodeada de casitas de poca altura. En el centro una fuente ponía el agradable murmullo del agua que armonizaba perfectamente con las lejanas campanadas de alguna iglesia vecina. Naranjos, fresnos, aligustres y tamarices daban sombra dejando que sus hojas se meciesen por la suave brisa. Todo allí fomentaba el sosiego. 

Dña. Realidad se percató de que en uno de los extremos de aquel paraíso en miniatura había una pequeña terracita con tres mesas, en una de las cuales estaban sentados a su vez tres caballeros que, por las consumiciones que figuraban sobre su mesa, llevaban allí un buen rato, y por el tono de voz y ritmo de su conversación, que parecía concertar con el general sosiego de la plaza, estaban disfrutando de una jovial conversación. Era, pues, el escenario ideal para el propósito con el que había salido de su casa, así que decidió sentarse discretamente en la mesa más alejada, pero dispuesta a estar atenta a la conversación. 

-Querido amigo, me alegro mucho de que llevado por su juventud sea usted optimista, apasionado y hasta utópico -comentó el caballero de aspecto mayor, que vestía un atuendo clásico y muy formal.  

Y continuó:  

-Pero le aseguro, desde la experiencia de mi mucha edad, por tanto de mucha vida vivida, y estoy seguro de que cuando usted llegue a mis años también lo verá así, es necesario, incluso diría que imprescindible, ser realista, muy realista, y tener los pies bien fijados en la tierra. 

-Sin duda que su experiencia es muy válida, Don Salvador, y bien sabe que siempre la respeto y casi siempre la comparto. Pero, dígame, ¿cómo ser realista? ¿Qué es la realidad? -aseveró el aparentemente más joven, que a su vez llevaba un atuendo más deportivo y desenfadado, pero en nada extravagante.  

-Pues eso es muy fácil, querido Sergio -continuó D. Salvador- porque la realidad la tenemos delante de nosotros, y es todo aquello que podemos captar con nuestros sentidos. 

En ese momento apareció un camarero del interior del bar y dirigiéndose a la mesa de los tres contertulios preguntó: 

– ¿Van a querer algo más? 

– Por supuesto, amigo Manuel -afirmó D. Salvador- pónganos por favor otros tres rebujitos, y si es tan amable pregúntele a la dama si aceptaría nuestra invitación a uno para ella también, u otra cosa si la desease. 

-Perfecto, D. Salvador -contestó el camarero. Y dirigiéndose a Dña. Realidad le transmitió el mensaje. Esta hizo una discreta inclinación de cabeza dando a entender que aceptaba y agradecía la invitación. 

Al poco volvió a salir el camarero con las cuatro consumiciones. En primer lugar, sirvió la de la dama en su mesa, y posteriormente a los tres contertulios en la suya. A continuación Dña. Realidad alzó discretamente la copa en dirección a ellos a modo de brindis y la llevó a los labios con un breve sorbo. Los caballeros respondieron al unísono con similar gesto. 

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A continuación D. Salvador se levantó de su mesa y se dirigió a la de Dña. Realidad: 

– Buenas tardes, señora, perdone mi atrevimiento. Mi nombre es Salvador de Hurtado de Mendoza, y nada más lejos de mi intención que incomodarla. Si así fuera, hágamelo saber. Lo único que pretendo es invitarla a unirse a nuestra tertulia y participar de nuestra amigable conversación. 

Dña. Realidad comprendió la oportunidad de ver colmado el objetivo con que había salido de su casa esa mañana. 

– Muchas gracias, D. Salvador. Como usted comprenderá por la cercanía de nuestras mesas y por el relajante silencio del que se disfruta en esta acogedora plaza, no he podido evitar escuchar dicha conversación de ustedes, y a fe mía que están abordando un tema de gran interés. Además, he de manifestarle que mi nombre es Realidad Ruisánchez Lagranda, así que por todo ello acepto encantada el honor que me dispensan y me uno con gusto a su tertulia. 

Ante estas palabras el trio de caballeros no pudo evitar su sorpresa por la coincidencia y por ser ese nombre poco habitual. Hechas el resto de preceptivas presentaciones, tomaron asiento los cuatro y continuaron con su conversación. 

Esta vez fue Sergio quien tomó la palabra: 

– Es muy aceptable su punto de vista, D. Salvador, pero no podemos olvidar que ya los filósofos griegos volcaron todo su esfuerzo en este conocimiento de toda la realidad haciéndose las más densas preguntas sobre ellas sin que pudieran darles respuesta. Es más, en los tiempos actuales seguimos considerando nuestras aquellas preguntas que aún continúan sin respuesta. Y respecto a nuestros sentidos recuerde usted a Platón y su conocido mito de la caverna. 

– Querido Sergio, me congratula sobremanera que usted invoque las humanidades, tan preteridas hoy en día, y la sabiduría de aquellos colosos de la búsqueda conocimeinto, pero no puedo menos que recordarle que en estos dos mil y muchos años, y sin duda iluminados por las orientaciones de ellos, la ciencia ha evolucionado espectacularmente, mostrándonos evidencias incuestionables.  

– D. Salvador, no quisiera convertir esta enriquecedora tertulia en un debate personal entre usted, a quien sabe que respeto y admiro, y yo, y mucho menos quisiera negar  la ciencia, pero, y con esto acabo, no puedo dejar de decir que, y estoy seguro que esto lo compartimos todos, hay factores ambientales, culturales, sociales o como los queramos denominar, y pongo por ejemplo al lenguaje, que moldean de alguna manera nuestro pensamiento, y por ende crean la realidad, y hacen que esta sea cuestión de perspectiva más que algo universal, y por ello no podemos tener acceso a la realidad, a la forma en que son las cosas, sino solamente a lo que nos parece a nosotros. 

– Querido Sergio, agradezco su buena cortesía y le aseguro que nunca esta tertulia será un debate personal, sino una charla enriquecedora entre amigos de la que siempre saldremos un poco más sabios de lo que entramos. Pero, bueno, sí que está en lo cierto, no sería correcto acaparar el uso de la palabra, máxime teniendo entre nosotros a un reconocido científico como D. Eduardo que evidentemente puede aclararnos el papel de su disciplina respecto al tema que nos ocupa. ¿Qué opina usted al respecto, buen amigo? ¿Qué aporta la ciencia al conocimiento de la realidad?  

D. Gerardo era un caballero que frisaba los sesenta, de indumentaria convencional, aunque con un toque deportivo, de gestos contenidos y reposado en el hablar, y así dijo: 

-Queridos amigos, el tema que tenemos planteado es sumamente poliédrico. Ustedes dos, desde sus ángulos de visión aportan argumentos muy atinados, pero también pueden ser contempladas otras muchas facetas. Evidentemente la ciencia tiene por objetivo último el conocimiento de los hechos, y para ello emplea un método que se fundamenta en la observación, la medición y la verificación tratando de evitar la subjetividad de los investigadores. 

<< Más cuando la ciencia es honesta, que de todo hay en la viña del señor, aprende de su historia que resultados que hoy se consideran evidencias incontrovertibles mañana, a la vista de nuevos conocimientos, se tornan insuficientes, e incluso equivocados. 

<<¿Quién nos iba a decir que algo tan aparentemente evidente como la física newtoniana, con su aplastante teoría de la gravedad, sería cuestionada un día, y de este enfrentamiento nacerían nuevos conocimientos? ¿O hemos de decir mejor nuevas preguntas? 

<<Seamos, pues, humildes y admitamos nuestras limitaciones y subiéndonos a hombros de los gigantes que nos precedieron continuemos nuestra búsqueda de esas evidencias pensando que quizás sea cierto que Ítaca está más en el viaje que en la llegada. 

<<Admirable reflexión -manifestó D. Salvador-, y quizás la única luz que nos guie en este entuerto sea la que aporte nuestra gentil acompañante, pues ella sí que es una realidad real. ¿Qué opina usted, señora? 

– Pues en primer lugar he de agradecerles muy vivamente su invitación a esta reunión en la que tanto he aprendido, y en segundo lugar manifestarles que si no es un abuso por mi parte me gustaría seguir participando en ella. En cuanto a lo anecdótico de que el objetivo de sus disquisiciones coincida con mi nombre, lamentablemente he de decirles que poco puedo aportar al tema. Soy una persona que por mis ya muchos años con frecuencia se me confunden las ideas, y la coincidencia de mi nombre se debe a una extraña fijación de mi pobre padre, persona buena donde las haya habido, pero a quien Dios tenga en su gloria y perdone por tamaña ocurrencia. 

<<Dicho esto, solo se me ocurre manifestar que quizás acabe teniendo razón aquel ripioso gobernador civil de Alicante que aseguraba que todo es según el color de la mirada. 

Y así siguió transcurriendo la mañana mientras nuestros personajes disfrutaban de la serenidad  del entorno y de la placidez de una sutil conversación. 

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sábado, 8 de julio de 2023

Ex Libris (X): La última guerra del Rey de Israel.

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En este precioso libro el autor, excelente neurólogo donde los haya, utiliza como pre-texto la enfermedad y muerte del presidente de Israel Ariel Sharon para exponer sus reflexiones a cerca de los orígenes y evolución de dicha enfermedad al tiempo que comparte con el lector las inquietudes que el ejercicio de su profesión, la Medicina, conlleva.

Y lo hace no solo abordando todas las dificultades técnicas que los accidentes cerebro-vasculares comportan, sino también los aspectos humanos y éticos que en tales situaciones están en juego.

Es, así mismo, sumamente interesante su aproximación al amplio y difícil territorio de la  incertidumbre, concepto este que nuestro actual estilo de vida quisiera ver desaparecer pero que persiste inexorable formando parte indisoluble de la existencia humana, y que conforma el escenario en el que, a pesar de todos los aparentes (y evidentes) avances técnicos, la medicina asistencial tiene que desarrollarse de forma cotidiana.

En todo este retablo de aspectos técnicos, humanos y éticos el autor se desvela como un excelente narrador y los desarrolla con un estilo elegante a la par que ágil, ameno, de fácil lectura y comprensible para todo tipo de lector, incluso para los que estén alejados de conocimientos de la medicina. Para ello es decisiva otra de las facetas en la que Sergio Calleja está volcado con pasión y generosidad, la de divulgador firmemente convencido de que el conocimiento y la ciencia son caminos muy principales para que nuestra comunidad humana progrese.

Por último, pero no menos importante, incluso quizás de lo más, el Dr. Calleja también pone de manifiesto de forma transversal en toda la obra la decisiva influencia de los factores sociales en el ámbito de la salud y la enfermedad.

Por todo lo anterior recomiendo esta obra como de obligada lectura a mis amigos que estén interesados por la buena literatura, por la literatura que trasciende a la mera anécdota y que nos estimula a pensar sobre aspectos importantes de nuestro devenir y el de nuestra comunidad.

Por último creo de justicia destacar también el excelente trabajo de edición realizado por Krk Ediciones, como es habitual en esta editorial.

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