jueves, 21 de septiembre de 2023

Un niño, un sueño y el Egeo (cuento breve)

 A Andresín

El niño, abriendo aún más sus grandes ojos, exclamó:

-¡Mira, abuela!

La luz inundaba la fotografía haciendo aún más vivos y brillantes los colores de las cúpulas azules y el blanco de las encaladas paredes. Al fondo, un mar en calma donde se reflejaba el sol contribuía a completar la perfecta imagen de la armonía y la vitalidad.

-¿Te gusta, cariño? -preguntó la abuela.

-¡Mucho, abuela!

Entonces la abuela, a la que le hacía falta poco para sentirse conmovida por la candidez de su nieto, exclamó:

-Pues si tanto te gusta, te prometo que algún día iremos juntos allí  -y abrazó al nieto con una emoción que él aún no podía comprender pero sí sentir.

Pasaron muchos días y muchas cosas, como siempre en la vida unas buenas y otras malas, hasta que la abuela consideró llegado  el momento de que el sueño se convirtiera en realidad. Desde entonces se dedicó en cuerpo y alma a la preparación del viaje con toda la minuciosidad y precisión de la que solo ella era capaz. 

Y por fin ahora estaban allí, en el mar de los tres azules, allí donde se sembraron las semillas de las que fructificó nuestro pensamiento y nuestra cultura. Vieron de cerca las cúpulas azules, y al sol añadir nuevas tonalidades en el mar al acostarse por poniente, y se maravillaron aún más.

Además, con el tiempo pasado el niño no lo era tanto y ya sí comprendía todos los sentimientos que implicaban los abrazos de la abuela.

Pasaron muchos más días y muchas más cosas. El niño ahora era un exitoso profesional al que su actividad le llevaba a viajar por todo el mundo y conocer los más diversos paisajes. La vida le había enseñado gran cantidad de lecciones, pero cuando quería recobrar la intensidad de los afectos rememoraba aquel sueño que tuvo con su abuela, que un día se convirtió en realidad y ahora era el más valioso de sus recuerdos.