martes, 9 de enero de 2024

Esperanza

Esperanza era mujer muy bella. Además, la más que desahogada posición económica de su familia le había permitido desarrollar sus altas capacidades intelectuales, llegando a adquirir una sólida formación en varias de las bellas artes.

Así, podía tocar con gran desenvoltura tanto el piano como el violonchelo. Por otra parte, de forma anónima, con seudónimo, se permitía publicar con cierta frecuencia algunos relatos breves y columnas de opinión en la prensa local u online. Nada de lo humano le era ajeno, defendiendo siempre a los más desfavorecidos y las causas de los derechos humanos o del feminismo. También en esto había alcanzado un cierto grado de atención y seguimiento a tenor del número de comentarios que suscitaba.

Aficionada a los viajes (dominaba tres idiomas además del propio castellano) y a la pintura, había visitado los más importantes museos, y desde hacía un tiempo se permitía introducirse en el mundo de la creación plástica, ámbito en el que sentía su mayor admiración por el informalismo y expresionismo abstracto, estilos que trataba de imitar, aunque en los últimos tiempos le gustaba retornar a una cierta figuración, eso sí siempre desde una perspectiva cargada de surrealismo crítico.

Por todo ello, en su su fuero íntimo aspiraba a la genialidad, lo que no hacía por satisfacer su ego, cosa que sinceramente no le importaba mucho, si no porque pensaba que así podría cooperar a elevar el nivel cultural de la humanidad, siendo su forma de contribuir a crear un mundo mejor, con un mayor entendimiento entre sus habitantes.

Mas, desde hacía un tiempo la invadía una extraña y profunda melancolía, totalmente ajena a su carácter anterior. A cualquier punto de su entorno que mirase solo encontraba tragedias y desgracias, guerras, injusticias, en las que los peor parados eran los más inocentes e indefensos. La visión de los cadáveres de los niños en los naufragios de las pateras o heridos y famélicos por las guerras le partían el alma.

Se sentía confusa, perdida, desorientada. Intentaba razonar y agradecer a la vida los muchos privilegios que le concedía, pero no le servía de nada. Sus actividades no conseguían tener la más mínima influencia, sus escritos cada vez eran más pesimistas y escasos. ¿Para qué opinar nada, si todo era egoísmo e irracionalidad?

Ella que tanto había disfrutado interpretando las Sonatas de Beethoven o las Canciones sin palabras de Mendelssohn, ahora la única música que tenía en la cabeza era el Cuarteto para el final de los tiemposSu pintura iba perdiendo color y su temática, cada vez más hiperrealista, solo reflejaba ruina y destrucción.

Bien es verdad que nunca había tenido una personalidad chispeante, pero ahora la vida la sentía muy cuesta arriba. Despertar por las mañanas y tener que enfrentarse al nuevo día en el que todo se le presentaba negro era como tener que desprenderse de una pesada losa que la aprisionara. El resto del tiempo hasta le costaba trabajo andar, parecía que tuviese que arrastrar una inmensa bola de acero encadenada a sus piernas.

Solo una inquebrantable disciplina en la que había sido educada hacía que se impusiera la obligación de continuar con su pintura. Además, encerrarse en el estudio le permitía estar aislada durante muchas horas, protegida en su burbuja. Recordaba cuando Amalia Avia le había contado que para ella de puertas adentro de su estudio, delante del caballete, en ese enfrentamiento directo en soledad, todo queda muy lejos y solo persiste la lucha con el cuadro, desde el que trata de averiguar que pasa en su interior y en el mundo.

Aquel día, como todos desde hacía bastantes meses, tampoco le apetecía ver a nadie, pero había transigido con la visita de su amiga Mari Fe. Al fin y al cabo era su amiga del alma, la única que conocía casi todas sus intimidades, y a la que también escuchaba sus confidencias, así que con ella no tendría que fingir su estado de ánimo.

Además Mari Fe también tenía que hacer frente a su tragedia personal. Su queridísimo y único hijo, Juanín, padecía un autismo severo. Como todos los niños de esas características, Juanín no podía controlar sus emociones que en muchas ocasiones expresaba en forma de arrebatos de cólera e incluso intentos de agresión, siempre de forma inesperada, lo que hacía que la comunicación con él fuera extremadamente difícil. A Esperanza la ponían muy nerviosa sus accesos de ecolalia, pues sabía que habitualmente tras ellos se desencadenaba la tormenta emocional.

Sin embargo Mari Fe abordaba estos episodios con una paciencia y una ternura infinitas, lo que la hacía admirable y digna de apoyo a los ojos de Esperanza, por lo que aceptaba de buen grado sus visitas. Además, por alguna extraña razón su pintura obraba en Juanín un efecto tranquilizador.

Nada más llegar al taller el niño paseaba lentamente y en sorprendente silencio frente a los cuadros expuestos, pasaba de uno a otro deteniéndose ante cada uno de ellos con gran atención durante un buen tiempo. Este proceso parecía ser un bálsamo para él y un tiempo de relajación y descanso para su madre.

Pero aquel día fue distinto. Nada más llegar Juanín se dirigió directamente a un cuadro en concreto que estaba medio oculto en una de las esquinas del taller. Allí estuvo durante todo el tiempo, absorto, con la mirada fija, sin ningún movimiento corporal y sin alternar con la contemplación de ningún otro.

Ese cuadro, de pequeño formato, mostraba una especie de diagonal curva, con una ancha base próxima al ángulo inferior izquierdo del cuadro que se iba adelgazando a medida que se aproximaba al ángulo superior derecho, acabando en una especie de vértice, todo ello en un fuerte amarillo limón, realizada con acrílico e impregnaciones de tierra, sobre arpillera, lo que, a parte de lo brillante del color base, le daba una gran carga matérica al tiempo que idea de sencillez y referencias al arte povera.

El cuadro no estaba en una esquina porque estuviera abandonado ni tampoco acabado. De hecho era uno de los que en su proceso más resistencia le había opuesto. Esperanza llevaba meses buscando el abstracto absoluto y ese estaba siendo el resultado no definitivo de sus reflexiones.

Y ahí estaba Juanín, quieto, callado absorto frente al cuadro, hasta que en un momento dado, sin que hubiera sucedido ningún cambio en el entorno, comenzó a exclamar:

– Gusta, gusta, gusta, gusta…- de forma monocorde y sin ninguna otra alteración en su rostro ni en su cuerpo.

Esperanza se asustó ante la posibilidad de que se fuera a desencadenar su temida ecolalia. Pero no fue así, Juanin continuó con su soniquete sin la más mínima agitación.

Entonces se acercó al niño y le preguntó:

– ¿De verdad te gusta? ¿lo quieres? ¿quieres que te lo regale?

Pero Juanín no le contestó directamente y sin cambiar de tono ni expresión continuó con su retahíla de «gusta, gusta, gusta…».

Entonces Esperanza descolgó el pequeño cuadro y se lo entregó a Juanín como quien realiza la más valiosa de las ofrendas.

Juanín abrazó el cuadro intensamente y en su rostro se dibujó una indescriptible sonrisa. Después, acercándose a Esperanza le dio un cálido beso en su mejilla.

En ese instante Esperanza tuvo una visión de música y color en su interior, una luz que le hizo comprender las respuestas a todas las preguntas que últimamente le atormentaban y tener la evidencia de que nuevamente recuperaría el sentido de su obra.

LUCIO

P.D.: Las obras que ilustran estas torpes líneas son:

– En la Academia Julian (1881), de Marie Bashkitseff, en la actualidad en el Museo de Bellas Artes de Dnipró (Ucrania).

– Un cuadro de Lucio Muñoz, del que desconozco título, año o paradero actual.

domingo, 24 de diciembre de 2023

Desde la ventana

Estos días navideños solemos estar más sensibles, con los sentimientos, para bien o para mal, más a flor de piel.

Sin embargo la vida sigue empeñada en mandarnos mensajes a los que hemos de estar dispuestos a percibir.

En medio de esos mensajes he hecho estos dos descubrimientos que quiero compartir con mis pacientes lectores:

– https://youtu.be/FSZ1lFkzkKI?si=xyMnGZ_dxEd0IcSE

Pido perdón por la mala calidad de la edición del presente post, únicamente debida a mi impericia informática. Seguiré manteniendo entre mis deseos de nuevo año la realización de un curso de perfeccionamiento de wordpress.

Feliz Navidad, y que nunca olvidemos el sentido del acontecimiento que en tales fechas conmemoramos.

viernes, 15 de diciembre de 2023

Parvulario: Cosas, gentes.

 

I

Cosas y gentes que deprimen

Acostumbro a dormirme con la radio y despertarme con la radio. En el primer caso lo hago sintonizando música, que me facilita conciliar el sueño. En el segundo caso, por la dudosa obligación cívica de estar mínimamente informado, sintonizo las noticias.

Es entonces cuando se cierne sobre mí un cúmulo de negros nubarrones que acaban concretándose en tormentas pletóricas de rayos y truenos, y que más invitan a refugiarse de modo permanente en la blanda tibieza del lecho que a cualquier otra cosa.

Pero bien sé que de nada serviría tal nihilista actitud. La realidad es la que es y es necesario abordarla y gestionarla del modo más humano posible. Es aquí donde me pregunto, entre otras cuestiones, que factores comunes encierran tal sinnúmero de calamidades, catástrofes, injusticias y desigualdades.

La realidad es compleja y variopinta por lo que son muchas las causas que conforman esas desgracias, pero hay una que a mí particularmente me desazona. Esa causa es el egoísmo.

Dice el DRAE que es un inmoderado y excesivo amor a sí mismo, que hace atender desmedidamente al propio interés, sin cuidarse del de los demás. Incluso hay quien lo convierte en su ética, y solo se preocupa de los demás en cuanto ello repercute en su beneficio propio.

El egoísta deviene en neoadanista y se erige en el centro del universo, nada ni nadie importan salvo él, nunca antes existió nada ni nadie digno de interés, y por supuesto no le debe nada a nadie. Todo lo que tiene se lo debe a su propio esfuerzo y a sus propios méritos. Los demás que se arreglen, que hagan como él, y si tienen necesidades, que se esfuercen aún más.

Y así nace y crece la desigualdad, factor principal generador de la sociedad fracasada, al tiempo que va forjando un mundo que se regula por la ley del más fuerte, que nos hace volver a la ley de la selva.

Pero ojo, porque tal planteamiento puede incluso justificar la violencia en muchas de sus formas, y llegados a este punto, ¿estamos seguros de ser nosotros los más fuertes?

II

Cosas que hacen latir deprisa el corazón

Si a la vida, eso que sucede mientras usted y yo hacemos planes, tuviéramos que buscarle un logotipo, probablemente la imagen más aproximada a la realidad sería la de un poliedro irregular, con sus caras diferentes, sus aristas y sus vértices. Todo ello nos lo muestra a un tiempo, en ocasiones con concavidades, en ocasiones con convexidades.

Pero también en ocasiones, esa vida paradójica y contradictoria, esa maestra rígida, que nos educa en la disciplina y el sacrificio, como dice el maestro Serrat, decide tomarse un café con nosotros, e incluso nos regala con esa galletita de cortesía, dulce, mantecosa, tan agradable al paladar. Y lo hace en forma de arte.

Pues todo esto es lo que me ocurrió estas últimas semanas. El poliedro mostró algunas de  sus más cortantes aristas con la advertencia de que extrajera sus enseñanzas, pero también, esbozando un gesto de benevolencia que incluso trataba de ser ternura, me instaba a que me centrase en lo dulce y nutricio de la galletita.

Tratando de ser alumno agradecido volví a buscar el bálsamo de la música. Rameau, Chopin, Ravel y Liszt se sientan  a mi mesa de la mano, o por mejor decir de los increíbles dedos, y del sentimiento del joven Bruce Liu, ese portento pianístico, ganador del último Concurso Chopin en Varsovia.

Concierto extraordinario en lo técnico y en lo expresivo, me llevó a contemplar como hay cosas que persisten más allá de la circunstancias humanas. Y como en la larga lista de  suertes que algunos privilegiados podemos escribir al abrir los ojos cada nuevo día, está el haber nacido y vivir en una ciudad como la mía, y tener acceso a esas músicas inmortales.

Pero la cosa no acababa ahí. Aún me faltaba encontrar a Monet y su deslumbrante, y nunca mejor empleada la frase, capacidad para vibrar y hacer vibrar a los demás con su percepción de la luz y el color.

Nieve, mar, niebla, sol, por supuesto nenúfares, a todas horas, con distintas luces, crean belleza y al hacerlo ensanchan nuestra alma. Lamentablemente en la exposición faltaba Impresión, sol naciente, pero las más de cincuenta obras presentes eran más que suficientes para gozar de su grandeza.

Me llamó especialmente la atención su última época, el siglo XX con su Londres. El Parlamento. Reflejos en el Támesis y sobre todo su época nórdica en los que, quizás por la evolución que es consustancial a todo gran artista, quizás debido a dificultades visuales por sus cataratas, , caminaba hacia los deslindes de la abstracción.

¡Y pensar que aquellos avinagrados critiquillos le llamaron impresionista a modo de insulto! Poco se podían imaginar que el bueno de Monet estaba creando un movimiento que, junto con su nombre, pasaría a la historia, mientras que hoy nadie conoce ni recuerda a aquellos personajillos. ¡Cuán ruines podemos llegar a ser los humanos! ¡Qué pena! Pero no acabemos con un sabor agrio, acordémonos de las galletitas y disfrutémoslas.

domingo, 26 de noviembre de 2023




El próximo martes, día 28, a las 19:30 horas, en los locales de la librería Matadero Uno, ubicada en la Plaza de Riego, se presenta la obra denominada Franquismo de cartón piedra: arquitectura efímera y de propaganda en los primeros años de la dictadura. José Gómez del Collado (1942-1948), de la que es autor el buen amigo y excelente investigador Jorge Bogaerts.

Antes de hablar de la citada obra creo que es de ley felicitar muy sinceramente a los promotores de tan valiente iniciativa por abrir nuevamente las puertas del local que ocupó la emblemática y centenaria Librería Ojanguren, al tiempo que facilitan un gran número de actividades culturales. En esta época en que se quería dar por finiquitado el libro de papel, el hecho de no solo salir en su defensa sino también facilitar el sentase alrededor de la hoguera a compartirlo, muestra un gran coraje, lo que es muy de agradecer. Vetusta puede dormir la siesta, que si es breve es muy saludable, pero también hace otras muchas cosas muy meritorias, como esta.

Y ahora vayamos al libro, comenzando por su autor.

Bogaerts es hombre de cultura enciclopédica, como nos demuestra cada día en sus atinados comentarios en la red de Facebook. Pero es una cultura de la de verdad, no esa vacua erudición que únicamente sirve para lucir los colores del pavo real del portador de los datos. No. Bogaerts analiza, compara, pone en contexto y acerca sus resultados a la vida nuestra de cada día. Además, es riguroso, sistemático y pertinaz, muy pertinaz. Así que todo lo que salga de su magín y su pluma ha de llevar este marchamo, que lo hace interesante para todo aquel que conserve esa sal de vida que es la curiosidad intelectual.

El libro que nos ocupa es el producto de una minuciosa investigación que da por resultado mucho más que una biografía, es un libro de historia. Pero no de una historia memorística y exclusivamente notarial que se limite a levantar acta de unos datos que por si solos resultarían fríos y quizás sin mucho sentido. En un libro de historia social donde esos datos se explican en el contexto del devenir de una sociedad, al tiempo que sirve como pretexto para dar a conocer las entretelas de una de las épocas más crueles e intencionadamente ocultadas de la historia contemporánea española, la primera fase de la posguerra “incivil” española y de la implantación de una dictadura que aún resuena, y sin cuyo conocimiento no nos podemos explicar alguno de los hechos de la actualidad. No ignoremos que todavía a día de hoy se dan manifestaciones en las que lamentablemente hay que oír el viva franco o el cara al sol.

Todo ello está relatado con un estilo que a pesar de la profusión de datos no está exento de elegancia, buena prosa y mesura, todo ello muy de agradecer en los tiempos que corren, y que incluso hacen amena su lectura.

Por otra parte, la edición del libro es exquisita, como no podía ser de otra manera viniendo de Ediciones Trea. La calidad del papel, la originalidad de la portada, la perfecta distribución de sus innumerables imágenes, y citas a pié de página hacen del libro un objeto de deseo de los portadores de esa curiosidad intelectual antes citada. Que a los, imagino, diversos correctores se le haya pasado en la página 42, línea 25, una errata al citar un serrano con minúscula, precisamente en el nombre de alguien tan trascendental en el comienzo de la carrera del personaje objeto del libro no resta un ápice a las innumerables virtudes de la obra, y solo serviría para mostrar la picajosidad (sic) del autor de estas torpes líneas si no fuera, como es, un guiño hacia el sentido del humor de un buen amigo.

En definitiva, un muy plausible acontecimiento cultural para un libro de inexcusable lectura. Mi más sincera enhorabuena a su autor.

domingo, 12 de noviembre de 2023

HELENA

Decidió callarse.

Helena era persona amante del sosiego y la concordia por encima de casi cualquier cosa, y que trataba de conseguirlos a base de su alta capacidad de empatía.

En el desempeño de su profesión la tenían por eficaz y estaba bien considerada, mas ella rehuía figurar o destacar por encima de sus compañeros y únicamente trataba de aportar tranquilidad y esperanza a sus clientes, lo que interpretaba como su único modo de contribuir a hacer la vida un poco mejor.

Solía decir:

-Ya no tengo edad y además nunca tuve valor para tirarme al monte y hacer la revolución universal, así que lo único que me queda es tratar de mantener limpia mi parcela.

Sin embargo, nada más lejos de su intención que el conformismo o el nihilismo. Esto unido a un alto grado de curiosidad intelectual le llevaba a interesarse por todo lo que acontecía en la vida social, en el sentido más amplio y universal del término.

Quizás por ello últimamente se sentía agobiada y desazonada. Aquel día los medios de comunicación publicitaban las trágicas consecuencias de la enésima guerra, que se solapaba con las anteriores aún no solucionadas. Llegaban noticias de dramáticos sucesos que producto de la desigualdad afectaban siempre a los más desfavorecidos, civiles inocentes, migrantes, etc.

Sentía que, en los entornos cercanos, quienes deberían trabajar por guiar y mejorar nuestra sociedad solo generaban tensión, alcanzando la mayoría de las veces escenarios demasiado soeces, amplificados por redes sociales convertidas en auténticos instrumentos de desinformación.

Aquel día la jornada había sido larga y compleja, así que al llegar a casa lo único a lo que aspiraba era a prepararse una taza de té y relajarse refugiándose en el mejor de sus mundos, la música.

Introdujo en el reproductor un CD con la versión de Perianes del concierto para piano nº 1 de Brahms, y se dispuso a soñar y gozar.

Ya el adagio la había introducido en un universo de serenidad cuando un ruido estridente y disonante rompió el encanto de aquella situación. Era la alarma del portero automático del edificio, y en su pantalla se dibujó la silueta de un hombre joven.

–Vaya por Dios. Tenía que ser él, y precisamente ahora -pensó Helena para sus adentros.

Ricardo no visitaba con mucha frecuencia a su madre, pero ella sabía que cuando esto ocurría, aunque tratase de mantener el diálogo en un tono calmado y no salirse de los temas protocolarios y convencionales pronto llegaría el momento en que Ricardo llevaría la conversación al “yo, yo y solo yo”, y los únicos motivos de la charla serían los referentes a su vida para después pasar al plano de las acusaciones y reproches, y que tras esto acabarían indefectiblemente discutiendo agriamente, él marchándose de forma abrupta y ella quedando sumida en un estado de gran agitación y tristeza.

Pero, en fin, lo intentaría por enésima vez. No quería ser ella quien generase la discordia.

–Acabo de preparar té. ¿Quieres una taza?

–No, gracias -contestó Ricardo, al tiempo que se acomodaba en el sillón frente al de su madre y establecía un tenso silencio como quien espera la pausa anterior a un combate.

Según lo habitual, Helena le preguntó generalidades a cerca de su estado, su trabajo, sus nietos o su nuera, que Ricardo contestaba con frases breves, secas, e incluso con monosílabos, y por supuesto sin interesarse nunca por la vida o los intereses de ella.

Y como siempre, sin saber por qué, tan inesperadamente como aparece una tormenta de verano en un día soleado, la conversación giró a la fase de los reproches y las acusaciones.

Mas Helena llevaba un tiempo en que al rememorar estas situaciones pensaba que sus intentos de diálogo razonado eran estériles, inútiles y contraproducentes por cuanto que eran contestados con argumentos cada vez más absurdos e hirientes, sacando a la luz presuntos hechos del pasado difícilmente comprobables y por tanto difícilmente rebatibles, como si a Ricardo solo le interesase descargar su ira desde una inmensa frialdad de sentimientos.

Se sentía cansada, muy cansada, de hacer las veces de felpudo o de saco de entrenamiento de boxeo. Dijera lo que dijera e hiciera lo que hiciera todo iba a estar mal hecho y interpretado como perverso.

Y en ese momento, sin saber cómo, le vino a la mente  frase de Ludwig Wittgenstein que le había citado aquel profesor de filosofía: Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo.

De pronto todo un horizonte se le iluminó. Ya era hora de que fuera ella quien marcase los límites, quien impusiese el ritmo. No más discusiones, no más luchas verbales de las que salía agotada y herida. Se acabó. Sus silencios serían los muros que protegiesen su Valhalla.


jueves, 21 de septiembre de 2023

Un niño, un sueño y el Egeo (cuento breve)

 A Andresín

El niño, abriendo aún más sus grandes ojos, exclamó:

-¡Mira, abuela!

La luz inundaba la fotografía haciendo aún más vivos y brillantes los colores de las cúpulas azules y el blanco de las encaladas paredes. Al fondo, un mar en calma donde se reflejaba el sol contribuía a completar la perfecta imagen de la armonía y la vitalidad.

-¿Te gusta, cariño? -preguntó la abuela.

-¡Mucho, abuela!

Entonces la abuela, a la que le hacía falta poco para sentirse conmovida por la candidez de su nieto, exclamó:

-Pues si tanto te gusta, te prometo que algún día iremos juntos allí  -y abrazó al nieto con una emoción que él aún no podía comprender pero sí sentir.

Pasaron muchos días y muchas cosas, como siempre en la vida unas buenas y otras malas, hasta que la abuela consideró llegado  el momento de que el sueño se convirtiera en realidad. Desde entonces se dedicó en cuerpo y alma a la preparación del viaje con toda la minuciosidad y precisión de la que solo ella era capaz. 

Y por fin ahora estaban allí, en el mar de los tres azules, allí donde se sembraron las semillas de las que fructificó nuestro pensamiento y nuestra cultura. Vieron de cerca las cúpulas azules, y al sol añadir nuevas tonalidades en el mar al acostarse por poniente, y se maravillaron aún más.

Además, con el tiempo pasado el niño no lo era tanto y ya sí comprendía todos los sentimientos que implicaban los abrazos de la abuela.

Pasaron muchos más días y muchas más cosas. El niño ahora era un exitoso profesional al que su actividad le llevaba a viajar por todo el mundo y conocer los más diversos paisajes. La vida le había enseñado gran cantidad de lecciones, pero cuando quería recobrar la intensidad de los afectos rememoraba aquel sueño que tuvo con su abuela, que un día se convirtió en realidad y ahora era el más valioso de sus recuerdos.

martes, 15 de agosto de 2023

PARADA DISCRECIONAL: EL EGEO

Muchos amantes de los libros aseguran que entre el sinnúmero de ventajas que estos tienen, una, y no la menos importante, es que te permiten viajar sin abandonar tu butaca preferida, desde tu propio hogar.

Otros también aseguran que en todo viaje que se precie y en el que se esté dispuesto a disfrutar del mismo, es conveniente no solo documentarse previamente, pues ello aumentará grandemente el placer tanto antes como durante el viaje, sino viajar acompañado de esos libros más que de guías turísticas.

Con motivo de un reciente viaje a Grecia, en concreto a alguna de sus islas en el Egeo, y para seguir los consejos señalados en el párrafo anterior, acudí a la lectura de dos libros que vivamente les recomiendo. Uno es Corazón de Ulises, de Javier Reverte, y el otro, Palabras del Egeo, de Pedro Olalla.Amén de ellos consulté puntualmente algunos otros manuales y catálogos cuya mención no viene al caso por no ser el motivo de este breve apunte realizar el más mínimo repaso bibliográfico, máxime en un tema tan extenso como el que nos ocupa.

Respecto del primero de los citados, su autor, Javier Reverte, es un escritor y viajero que funde ambas vocaciones dando lugar a una profusa y excelente obra: veintiún libros de viajes, dieciocho novelas, un libro de cuentos, cuatro biografías y cinco libros de poesía.

Ya hace un tiempo que en otra entrada de este mismo blog opinábamos que la prosa de Javier Reverte es elegante y culta, amén de fluida y amena, lo que hace de sus libros una auténtica delicia para sus lectores.

Pues bien, en el caso que nos ocupa tales virtudes literarias están puestas al servicio de la Grecia clásica, la gran Grecia. De ella nos cuenta su extensa y cambiante geografía y fronteras, su historia y sobre todo la de sus mitos y sus dioses, tarea valiente por su gran complejidad pero que lo logra con éxito, consiguiendo que incluso un lego como este osado escribidor acabe haciéndose una más que aceptable composición de lugar de todo ello.

El otro autor mencionado, Pedro Olalla (por cierto, nacido en Oviedo), es escritor, helenista, profesor, traductor y cineasta Su amor por Grecia y compromiso con este país hizo que desde 1994 fijase su residencia en él y haya sido merecedor en 2010 del título de Embajador del Helenismo por el estado griego, entre otras muchas distinciones.

El libro que nos ocupa es un bellísimo relato apasionado y poético de una visión en algunos aspectos heterodoxa, pero siempre justificada, sobre la historia de los griegos y lo que considera el germen y esplendor de nuestra civilización y nuestra cultura. Según su visión el Egeo es el lugar donde germinarán las semillas que hacen formarse y crecer aquellas.

Por sus páginas discurren argumentos de antropología, arqueología, historia, náutica, genética, geología, mitología, astronomía, filología, lingüística y etimología con un lenguaje exquisito  y muy didáctico.

Hemos de decir que hay un exhaustivo desarrollo filológico de todo lo expuesto, lo que supone un valor añadido de disfrute para los conocedores de esta apasionante disciplina y una ligera dificultad para los que, como este osado escribidor, en su enciclopédica ignorancia carecemos de tales conocimientos, pero quede muy claro que esto en modo alguno resta un ápice al disfrute de la obra, que sugiere leerla más de una vez, siempre con la calma que el Egeo transmite.

Si usted, paciente lector, quiere viajar a Grecia, o conocer Grecia sin salir del salón de su casa o simplemente (y no es poco) disfrutar de la buena literatura, sin duda debe leer estos dos libros. Me agradecerá el consejo.