miércoles, 30 de septiembre de 2020

En el Campoamor (XIV): El que mejor se adapte

No sin cierta inquietud por las circunstancias presentes, he de confesarlo, consideré oportuno comenzar mi temporada musical, con la asistencia a la sesión de I Puritani, de la LXXIII Temporada de la Ópera de Oviedo.

En primer lugar es de justicia felicitar a todo el equipo de la Fundación Ópera de Oviedo, por el magnífico trabajo, me consta que incluso con gran esfuerzo físico, realizado para salvar la temporada, reubicando a todos los abonados garantizando las medidas de seguridad, al tiempo que intentaban minimizar el inevitable descalabro económico. Se ve que en muchas ocasiones los pobrecitos de provincias somos capaces de conseguir cosas que se les ponen cuesta arriba a los señoritos de la capital.

No menos agradecimiento merecen los artistas que aceptaron, también por las razones arriba expuestas, realizar cinco sesiones manteniendo el caché de cuatro. Evidentemente una vez más se pone de manifiesto que de los trances difíciles salen adelante los que se saben adaptar.

También es momento de recordar una vez más al entrañable y estupenda persona que fue Jaime Martínez Glez. de Rio, artífice en grandísima medida de la espléndida realidad que hoy es la Fundación Ópera de Oviedo.


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Y otro recuerdo muy especial se merece Pepa Ojanguren que con su sensibilidad y creatividad contribuyó a que disfrutásemos de ese espectáculo integral que es la ópera.


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De Il Puritani, obra cumbre del belcantismo, y que dio lugar a una tertulia ovetense homónima, poco se puede añadir que no se haya dicho ya. Estilo donde se da primacía a la voz sobre otras características premiando los trinos, las coloraturas, los agudos y sobreagudos.

He de confesar que no es el estilo que más me apasiona, cuando además no se le da demasiada importancia a los argumentos, con unos libretos que acaban siendo infumables, cuando no esperpénticos. Perdóneseme este desahogo emocional, pero cada uno interpreta el arte a su manera, y además cuando admito y admiro la ópera, como decía antes, como espectáculo integral.

Y miren, la música es francamente hermosa, con una orquesta, nuestra OFIL, que estuvo más que a la altura de las circunstancias, sin pero que ponerle en mi opinión, salvo un ligero disbalance de los metales en el primer acto, rápidamente corregido.La escuché por primera vez con su principal director invitado, Iván López-Reynoso, joven talentoso que demuestra una gran versatilidad, preocupado por los detalles con los cantantes y las diversas secciones orquestales, claro, con la necesaria sobriedad en sus indicaciones, pero entusiasta cuando las circunstancias lo requerían.

De voces no entiendo, por lo que no opino, dejando, como siempre, el análisis al criterio de mi buen amigo y maestro Pablo Siana. Pero sí decir que me gustó el coro, a mi modo de ver muy bien empastado, sobre todo en las voces masculinas. Y agradeciéndoles mucho el esfuerzo de cantar con mascarilla.

Lo que más me gustó en este espectáculo integral fue la puesta en escena. El gran Sagi nunca defrauda ni busca llamar la atención provocando innecesariamente. Aunque su producción ya la conocíamos haberla representado en el Teatro Real (ellos se lo perdieron) en 2016, nunca cansa su sobriedad, originalidad e intemporalidad. Una suerte para nuestra ópera y para la cultura de nuestra región.

En fin, sigamos disfrutando de los regalos que nos da la vida, en este caso en forma de ópera, y agradeciéndoselo. Y tratemos de adaptarnos a las difíciles circunstancias que atravesamos, por el bien de todos.


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viernes, 4 de septiembre de 2020

Ex Libris (VI): En todo tiempo y lugar

Qué decir a estas alturas de los elogios y parabienes que merecen los libros?. Posiblemente todas sus virtudes y ventajas estén ya señaladas. Solo cabe echarlos cada vez más de menos y desear que su extensión y utilización sean mayoritarios. En toda época y lugar podemos disfrutar y aprender de ellos, siempre son amigos que no nos abandonan ni defraudan, nunca nos son infieles.

Veamos, pues, unas breves semblanzas de tres recientes amigos. Los tres de narrativa pura. De ellos, dos de ficción y otro, narrativa de viajes. Comenzaré por este, pues me impresionó su estilo, su ritmo y sobre todo la erudición que desprende en sus referencias. Me refiero a Suite Italiana, de Javier Reverte.

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Conocí este autor por casualidad, como otras tantas personas o cosas en mi vida. En el Aeropuerto de El Salvador San Oscar Arnulfo Romero me quedaba por delante no solo una prolongada y aburrida espera, como son todas las esperas aeroportuarias, sino también un largo viaje de no menos de 12 horas, en el que ya conocía por experiencias anteriores que dormiría poco. Así que me dirigí a la librería del aeropuerto por ver si encontraba un libro que aliviase tal situación.

Al examinar sus estanterías quiso la citada casualidad que se pusiera ante mis ojos uno titulado Dios, el diablo y la aventura.    Una bienhadada intuición hizo que lo escogiera por compañero de viaje. Así conocí la existencia y andanzas del jesuita madrileño Pedro Páez por la Etiopía del siglo XVI, y a Javier Reverte como excelente literato. Posteriormente alguien conocedor de mi querencia centroamericana me recomendó su Trilogía de Centroamérica (Los dioses bajo la lluviaEl aroma del Copal y El hombre de la guerra) , que hizo que admirase más a su autor.

En esta ocasión, con motivo de regalar el libro referenciado a una querida amiga que siente pasión por todo lo referente a Italia, por mor de ayudarla a sobrellevar el pasado (realmente pasado?) confinamiento, ella insistió en que no desperdiciase su lectura, consejo que siempre le agradeceré.

Efectivamente, música celestial Con el subtítulo de Un viaje a Venecia, Trieste y Sicilia el autor nos lleva a estos lugares haciéndonos disfrutar de excelentes recuerdos de los ya conocidos y estimulando el deseo de conocer los que aún no lo son. Además nos hace penetrar en las almas de sus paisajes y de sus paisanajes, reflexionar sobre ellas y su historia, y por si esto fuera poco, asociándolas a cuatro autores que podíamos denominar cumbres de la literatura, de los que analiza respectivamente cuatro de sus obras más significativas. A saber, Tomas Mann y su La muerte en VeneciaR. M. Rilke y sus Elegías de Duíno , James Joyce y su Ulisesy finalmente Giuseppe Tomasi di Lampedusa y su El Gatopardo.

En definitiva, un relato exquisitamente bien escrito, con un ritmo que en ningún momento cansa (a pesar de tanto viaje!), que nos conduce por el mundo del humanismo, del arte y de la historia. De lectura recomendable a todo buen amigo.
Si, por otra parte, a usted, paciente lector, le gusta el buen relato por el solo hecho del buen relato, este es el motivo por el que debe leer Los desorientados, de Amin Maalouf . Seguro que no quedará defraudado.

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Pero aún hay más motivos. El protagonista, historiador libanés viviendo el exilio en París, vuelve a su país, para encontrarse con su grupo  de antiguos amistades, un conjunto de jóvenes progres de los años sesenta y setenta del siglo pasado, originarios del denominado Levante mediterráneo, de amplia cultura, formación universitaria, tolerantes y de diversas creencias, que pensaban en la revolución como forma de cambiar el mundo. Al avanzar  el tiempo y con él sus vidas, las circunstancias van diferenciándolos, y separándolos geográfica e ideológicamente.

El autor aprovecha esta circunstancia para penetrar en lo psicológico, lo político, lo filosófico e incluso lo ético de todos ellos, y de sus decisiones, sus países o de las relaciones entre ambos mundos, occidental y árabe, así como la crisis y el declive de las civilizaciones. Y lo hace con un relato con estructura clásica, elegante, minucioso, preciso, reflexivo, sin perder nunca el ritmo ni el interés por la acción que transcurre subyacente.

El último de los relatos pertenece a la serie negra, pero no interpretemos esto como un motivo únicamente para el entretenimiento o incluso para la evasión momentánea de un mundo que es más negro que la serie. Y aunque solo con esto tendríamos bastante para considerar que merece la pena.

 
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La prosa de Lorenzo Silva no solo es siempre elegante, y en el caso de su libro El mal de Corcira también, además constituye un componente de una trama muy bien estructurada y con un ritmo que no decae, como corresponde a un relato de este género. Todo ello suficiente para añadirla a nuestras lecturas de cualquier estación.

Pero hay además dos aspectos que me llaman positivamente la atención. Desde que en 1998, con el título de El lejano país de los estanques, nació la serie protagonizada por Bevilacqua y Chamorro han pasado 22 años y 12 relatos, tiempo más que suficiente para que la psicología de cualquier persona vaya cambiando. Y lo hace, y se refleja maravillosamente en los personajes y el relato. Los primeros se van haciendo mucho más reflexivos, y cambiando sus prioridades vitales, y el relato va ganando en ideas, comentarios y apuntes de otras cuestiones, respecto a la acción, aunque como dije anteriormente, sin que esta decaiga en ritmo ni en estructura en ningún momento.

El otro aspecto es que tratándose de relatos en que los personajes pertenecen a la Guardia Civil, y habiéndose enfrentado a todo tipo de delitos y delincuentes, nunca se hubiera abordado a fondo el tema del papel jugado por esta institución en la lucha contra ETA. Probablemente más de una razón habría aconsejado esperar el momento oportuno, y parece que por fin ese momento ha llegado. Y el abordaje de esa cuestión la hace de un modo sereno y analítico, incluso en ocasiones empático, cosa que para mí es de agradecer.

Así pues, otro relato recomendable para quien guste de este género. Por otra parte otro personaje aparece en la bibliografía de Silva. Será una nueva serie tan interesante como la referida?. Se trata de la inspectora de homicidios Manuela Mauri, en este caso perteneciente a la Policia Nacional. Es también de un muy interesante relato sobre un tema impactante y de gran realidad social, como es la vida, y desgraciadamente la muerte, de mujeres inmigrantes que caen en manos de las redes de tratas de personas. Escrito a cuatro manos con su esposa Noemí Trujillo resulta un curioso experimento que a mi modo de ver llegó a muy buen puerto. Continuará?


Por último, señalar que el buen literato que es nuestro autor no se limita a la novela negra, sino que, y en sus propias palabras, ha escrito unos cuantos cientos de relatos y artículos, un puñado de ensayos literarios e históricos, varios libros de poesía (llamémosla así), una obra dramática (de muy ingenua factura), un par de libros de viajes y treintena larga de novelas.

P.D.: Qué música les pondríamos a estos tres relatos?. Son de estructura clásica, y corresponden a ámbitos, geográficos y humanos, variados, lo que les da un cierto hálito de universalidad. Eso traducido a música, y considerando el año en el que estamos, que les parece el Triple Concierto, de Beethoven, con un elenco de auténtico lujo?  



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