jueves, 22 de junio de 2023

LÉXICO FAMILIAR

A Mamarina, in memoriam

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Se dice que en el principio fue la palabra. ¿O fue el sonido? ¡Qué más da! El caso es que cuando ello se articuló en significados debería habernos servido para comunicarnos, para entendernos, para expresar nuestros sentimientos, ampliar nuestro conocimiento y compartirlo con los demás.

Desgraciadamente no solo no fue así, sino que pasado poco tiempo y desarrollado el egoísmo humano y su desmedida ansia de poder el lenguaje también fue utilizado para la agresión, el engaño y la dominación. Pero esa es otra historia, larga y triste. Aunque no debe ser olvidada porque la pérdida de la memoria es la base de la demencia.

Pasando a otro asunto, también se dice que la verdadera patria del ser humano es su infancia. Y al respecto tampoco se debe olvidar que hay patrias acogedoras donde en sus campos mana la leche y la miel y patrias crueles donde el hombre es un lobo para el hombre.

Más el ser humano tenemos una atávica necesidad de esperanza. Así, incluso en los más crueles escenarios bélicos o de marginación podemos en ocasiones ver a niños jugando e incluso esbozando una más o menos triste sonrisa.

Y también tenemos la necesidad de pertenencia.

Pues bien, ambas necesidades las utilizamos para crear, o creer que creamos, un espacio de afectos en el que sentimos una cierta seguridad.

Unas poderosas guías para movernos en ese espacio son señales o códigos que solo conocen sus habitantes. Esas señales o códigos constituyen el léxico familiar cuando ese espacio que se convierte en patria acogedora es la familia. Son palabras o frases más o menos infrecuentes, incluso en ocasiones erróneas o sin mucho sentido pero que son capaces de despertar en nosotros memorias y, a partir de ellas, sentimientos que solo podemos conocer y compartir los habitantes de esa patria.

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