miércoles, 25 de noviembre de 2009

UNA CONMEMORACIÓN



Con este ritmo de vida que llevamos (¿o nos hacen llevar?, pero eso es otro tema) apenas encontramos tiempo para el pensamiento o el análisis sosegados. Por eso, aún admitiendo lo que tienen de publicitario, mediático y político, los Días Internacionales de lo que sea pueden suponer una oportunidad para la reflexión.

En este sentido, hoy conmemoramos un día especialmente trágico, e incluso repugnante, el Día Internacional contra la Violencia de Género. Cuarenta y nueve mujeres han sido vilmente asesinadas este año en España por sus parejas, y muchas más en años anteriores, y muchas más en el resto del mundo.

Nada puede justificar ni tan siquiera explicar tan execrable situación. ¿Qué causas la producen?. ¿El miedo a la libertad?. ¿El desprecio y la ignorancia de la dignidad de otro ser humano?. ¿Con que derecho me atrevo a disponer de esa libertad y de esa dignidad de otro ser humano?.

No encuentro ninguna respuesta a estas preguntas, y solo se me ocurre otra, ¿qué debo hacer para contribuir a disminuir o eliminar tan vergonzante lacra?, y pienso que no puedo renunciar al compromiso absoluto con la libertad y la dignidad de todos.

Por otra parte, tampoco puedo olvidar que, desgraciadamente, cada vez más con esta vergüenza en el ámbito doméstico conviven otras muchas, como la violencia hacia los mayores, hacia padres, hacia los hijos, hacia los hermanos, y en el ámbito social, hacia otros muchos semejantes.

Como dice la canción: “Solo pido a Dios que no me sea indiferente”

sábado, 21 de noviembre de 2009

DE NADA VALE LAMENTARSE



¿De nada vale lamentarse?

Quizás el titular de esta pequeña reflexión debiera mejor establecerlo de esta segunda manera, en forma de interrogación, y creo que la respuesta no debe ser ni contundente ni unívoca, pues todo en la vida tiene múltiples puntos de vista.

Es evidente que cuando uno está envuelto en una situación conflictiva, el considerar que si previamente hubiéramos hecho las cosas de otra manera no estaríamos en la situación presente, eso en nada cambia la realidad y su presencia.

En ese sentido, de nada vale lamentarse.

En cambio, nada nos garantiza que una situación igual o similar a la actual no vaya a presentarse en el futuro. En ese caso un análisis y lo más objetivo posible de las dificultades y errores de la estrategia anterior podría permitirnos corregirlos y establecer en esa ocasión una estrategia distinta que podría acabar siendo más eficaz. No olvidemos que si utilizamos los métodos de siempre, lo más probable es que obtengamos los resultados de siempre.

En este sentido, sí puede valer de algo el lamentarse.

Así pues, cuando, sin culpabilizarnos, objetivamos y asumimos nuestras debilidades, errores o frustraciones, podemos concluir como aquel que decía que no hay errores, hay motivos de aprendizaje.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Pregunta ¿sin respuesta?



¿Qué tendrán los pobres que siempre les toca la peor parte?.
Esta foto corresponde a las recientes inundaciones en El Salvador.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Al hilo de una casualidad

Hoy las circunstancias de una obligación imprevista me han llevado a tener que cruzar el parque de San Francisco, “el campo” que decíamos en mi infancia.

Era la media mañana, y aunque unos negros nubarrones se asentaban sobre el Naranco, empeñados en recordarnos que en Oviedo nunca debemos esperar por el verano, en esos instantes unos rayos de sol luchaban por imponerse, como si quisieran ilusionarnos pintando la promesa de una suave primavera.

Obviamente con tanta agua, y porque no decirlo con los cuidados de los jardineros municipales, la vegetación lucía esplendida, y aunque en muchas ocasiones utilizamos el parque como trayecto de paso, él parecía empeñado en ofrecerse al paseo sosegado.

Decidí aceptar su invitación, moderar la marcha y ensimismarme en disfrutar de la luz de esos rayos solares, de sus jugueteos con los árboles y sus hojas, provocando la abstracción de brillos y sombras, tomar conciencia de la alegría de sentirme vivo y sano y reconsiderar las palabras del sabio José Luis Sampedro al recordarnos lo poco que sabemos disfrutar de lo que es gratuito.

Y de pronto sucedió. Al doblar un recodo y tener que levantar la cabeza y salir de mi ensimismamiento porque se aproximaba un cruce de caminos, lo vi. Allí estaba ¡un barquillero!. Quieto, tranquilo, la imagen misma de la serenidad ante el paso de los años, con su bombo coronado por la ruleta que antaño servía de juguete a los niños.

Una tormenta de sensaciones y recuerdos me inundó. Como a Proust el recuerdo de su magdalena mojada en té, vinieron a mí la rugosa textura de la galleta con la untuosidad de su miel, el quebradizo deshacerse del barquillo en la boca, y sus olores especiales que desencadenaban automáticamente una mezcla de deseo y jugos gástricos.

No lo pude evitar. Tuve que comprar galletas y al comérmelas recordé a mi madre, todo el cariño y esfuerzo que ponía para sacar tiempo en su apretada jornada laboral y “llevarnos al campo”, y a mis primos, y aquella foto frente al ”estanque de los patos” que todavía preside el álbum familiar y en ocasiones, junto con otras similares, es objeto de reuniones y recuerdos.

Una oleada de infancia y de nostalgia me arrastró, y por unos instantes la violencia, la injusticia, las desgracias y las contrariedades quedaron eclipsadas por el gozo de los buenos recuerdos, y como dice mi querido amigo, mi microcosmos fue más amoroso.

Bendita casualidad. Y todo ello sigue ahí, para mí y gratis. ¡Tengo que repetir!.