miércoles, 17 de octubre de 2012

Las cosas de la música,...y de los sentimientos


Ante la posibilidad de disfrutar de la Novena Sinfonía de Beethoven, en interpretación de la OSPA (Orquesta Sinfónica Provincial de Asturias), dirigida por el maestro Rosen Milanov, intenté prepararme a conciencia, siguiendo mi convencimiento de que el mayor conocimiento aumenta el goce.

Así, consulté las doctas opiniones de FranÇois-René Tranchefort, en su "Guía de la música sinfónica", y de Jonathan Kramer, en su "Invitación a la Música", y durante  la semana previa escuché varias veces al día una versión de Von Karajan, al frente de la Filarmónica de Viena.

Transido de los sentimientos de grandeza, alegría y fraternidad que tan sublime obra genera, y complacido de la feliz coincidencia con la concesión a la Unión Europea del Premio Nobel de la Paz, accedí a nuestro Auditorio, dispuesto a escuchar con la mayor reverencia y concentración y dejar que toda mi alma se esponjase en el goce de la belleza.

Cuando en el primer movimiento, y tras el comienzo pianísimo, las cuerdas y la percusión alcanzan el esplendor del rigor beethoveniano, para después conceder una plácida transición y dialogar con el viento madera, cuando en el tercer movimiento se pone de manifiesto la serena belleza de toda la orquesta, incluidos los metales, cuando en el cuarto movimiento las cuerdas más graves desarrollan uno de los temas centrales, y cuando por fin, como si de la culminación de un séptimo día se tratase, emerge la voz humana, extasiada ante la alegría de la fraternidad, sentí la emoción del lenguaje de la música, que a todos nos iguala, sin diferencias, y nos hace trascender, y gocé, y agradecí al destino que Beethoven hubiera existido, y que yo, cerca de doscientos años después pudiera haberlo comprobado y haber compartido tales emociones con mi pareja y con mi buen amigo y vecino de localidad, con los que tantos conciertos hemos pasado juntos.

También agradecí el esfuerzo de los profesores de la orquesta, que nos ofrecieron su trabajo para nuestro deleite, y de la ponderada dirección del maestro Milanov, detrás de la cual había muchas horas de abnegación y de estudio.

Pues bien, poco después quise contrastar otras opiniones más doctas  y con criterio más formado, algunas de las cuales sigo habitualmente, y que son para mí motivo de aprendizaje, y de las que, me consta, los propios músicos admiten como  cercanas a su criterio.

Y aquí, ¡oh, cielos!, surgió la sorpresa. Resulta que según esas doctas y formadas opiniones, el concierto había rayado en el desastre. No había habido emoción ni concentración, las familias orquestales andaban poco menos que cada una a su aire, las transiciones entre ellas se hacían a destiempo, las dinámicas eran desacertadas, la percusión inapropiada, los metales desentonados, y en cuanto a la voz, los coros eran buenos pero no estaban empastados, y el director había hecho una lectura excesivamente convencional de la obra.

Así pues, en mi emoción y en mi disfrute, ¿me había dejado llevar de lugares comunes respecto de la obra?, ¿era simplemente que mi ignorancia musical es supina, lo cual por otra parte está fuera de toda duda?.

¿O quizás en estos avatares residirá precisamente la grandeza del arte?. ¿No será que el arte se dirige directamente a los sentimientos, y estos tienen razones que la razón no alcanza?.

¿No será que lo mismo que debemos reivindicar la libertad de expresión, también debemos reivindicar también la libertad de comprensión?

Los sentimientos no se dejan dominar por los cánones. De hecho, la humanidad avanza cuando los artistas los rompen. En el arte, como en la vida, importa tanto, alguno diría que más,  el sentir como el conocer, y tanto o más importante es la inteligencia emocional como la inteligencia cognitiva.

Por cierto, y para acabar, mi querido compañero de abono, que presume de tener, y de conocer, y me consta que es así, siete versiones distintas de la "Novena", y dos del mismísimo Furtwangler, y que desde sus 87 años está muy cerca de la sabiduría, también se emocionó en el concierto, lo mismo que otros muchos que así lo manifestaron en el muro de facebook de la OSPA.

En fin, que las cosas son según se miren. En este caso, según se escuchen.