sábado, 12 de junio de 2021

Pulgarcito

El último favor es siempre el penúltimo.

Pulgarcito era un muchachuelo alegre, de sonrisa franca, muy activo y siempre dispuesto a hacer favores a los demás. Por esto era muy apreciado en la corte.

-Pulgarcito, podrías ir a por agua? -le pedían unos.

-Pulgarcito, podrías traernos leña? -decía otros.

Pulgarcito nunca decía que no, y así andaba todo el día ajetreado de ceca en meca, trabajando para los demás, sin que esto le reportará ningún beneficio material ni de rango dentro de la corte.

Su madre siempre le decía:

-Pulgarcito, por qué andas asÍ de azacanado?. No ves que todos se aprovechan de tí?

-Madre, no me importa -contestaba el bueno de Pulgarcito -a mí no me cuesta trabajo, y si puedo ayudar, pues mejor y más contento me siento. No lo hago por que me lo agradezcan ni me lo remuneren.

Un buen día la madre de Pulgarcito cayó enferma de aquel catarro universal que asolaba la región . Nadie sabía como evitarlo y mucho menos curarlo. Así que Pulgarcito se dedicó en cuerpo y alma a cuidar de su madre así como de las tareas de su propio hogar sin que le quedara tiempo para nada más.

En esto estaban las cosas cuando dos pajes de palacio llegaron hasta su casa a decirle que la Reina Madre requería su presencia de inmediato.

-Pulgarcito -dijo una vez que el muchachuelo estuvo ante ella -quiero que vayas a la ciudad y en el mercado de las sedas compres las más suntuosas que encuentres, Después te acercarás al pueblo vecino, donde reside el sastre, y le comunicarás que a la mayor brevedad debe confeccionarnos los más elegantes vestidos a las princesas y a mí para el próximo baile de la corte, al que asistirán los más afamados príncipes,. Adviértele que ha de darse prisa, pues tendrá lugar dentro de una semana. Así que andando, date prisa en cumplir mis órdenes, que tenemos poco tiempo.

Pulgarcito no sabía como expresar lo que tenía que decirle a la Reina, pues esta era conocida por su difícil carácter, y mucho más cuando se le llevaba la contraria. Con los ojos bajos y con la mayor suavidad de la que era posible, expresó:

-Majestad, sabéis que siempre es para mí un honor cumplir vuestros deseos, y que lo hago con prontitud. Pero en esta ocasión, y bien a mi pesar, no me va a ser posible. Las misteriosas fiebres que invaden la región tienen a mi madre en la cama con incurables calenturas y el cuidado ella y las tareas de la casa tienen ocupado todo mi tiempo, pues no hay ninguna otra persona que pueda hacerlas.

La Reina Madre sintió que la ira le invadía, su cara enrojeció y cerrando los puños al tiempo que golpeaba el suelo enrabietada gritó con voz gruesa:

-A mí la guardia, quitad a este insensato de mi presencia, encerradlo en la más profunda y oscura mazmorra del castillo, y encadenazlo para que nunca pueda salir.

Los guardias sintieron gran lástima por Pulgarcito, pero no se atrevieron a desobedecer a la Reina, pues sabían de las graves consecuencias de hacerlo.

A continuación la Reina Madre llamó a las dos princesas y claramente ñampeada exclamó a voz en grito

-Pulgarcito es un insensato. Nunca obedece a nuestras órdenes, siempre hace únicamente lo que a él le apetece, y eso no se puede consentir. Qué pasaría si todos nuestros súbditos hiciesen los mismo?. Lo único que quiere es boicotear vuestra presencia en el baile. Tenéis que hablar con vuestro padre, el Rey, y convencerle para que mande decapitar a Pulgarcito, por delito de lesa majestad.

Las princesas, aunque no entendían muy bien lo que decía su madre, la obedecieron, y el Rey, que aunque bueno era muy débil y no se atrevía a contrariar a la Reina por miedo a sus ataques de ira, dio las órdenes oportunas para proceder a ejecutar la decapitación de Pulgarcito.

Mientras tanto, los guardias, indignados ante tamaña injusticia, comentaron los hechos en la taberna del pueblo. Inmediatamente la ira creció entre los asistentes, que rápidamente se organizaron. Unos fueron a la casa de Pulgarcito para hacerse cargo del cuidado de su madre, así como de los cuidados del hogar, y el resto del pueblo se plantó a las puertas del Palacio Real armados de palos, piedras y antorchas, dispuestos a hacer lo que fuera necesaria para evitar la injusticia.

Los cortesanos al ver a la multitud claramente decidida a invadir Palacio, lo abandonaron rápidamente, dejando solos a los miembros de la Familia Real, que en el último instante pudieron huir por una puerta trasera, para nunca más volver.

El pueblo liberó a Pulgarcito, y su madre, gracias a los cuidados de los vecinos, curó de sus calenturas. Tras la huida de la Familia Real en aquel país se instauró la República,…y colorín colorado.


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