jueves, 6 de mayo de 2021

Ciudades

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El viajero estaba cada vez más aturdido. Quería marcharse de ese sitio, ¡tenía! que marcharse de ese sitio. No podía soportar la ciudad, su casa, sus gentes. Todo se le caía encima como una pesadísima losa que lo hundía, que le impedía respirar. Ese silencio plomizo era insoportable. La fina lluvia le calaba todo su ser oxidándole el alma.

Y ahí estaba, con la maleta ya preparada a la puerta del recibidor, ante la pantalla en blanco del ordenador, incapaz de decidir cual quería que fuese su destino. Ese era el motivo de su zozobra, de su creciente aturdimiento. Necesitaba encontrar un sitio donde las gentes no lo conocieran, donde pudiera sentirse libre, al tiempo que disfrutar del lugar y sus contenidos.

Repasando una de sus múltiples agendas de viaje encontró algo que había escrito tiempo atrás, de clara reminiscencia casablanquianaHay ciudades que uno lleva en la cabeza, y otras que uno lleva en el corazónAl final siempre nos quedará C.

Efectivamente, la primera intención había sido volver a C. Allí podía disfrutar de bellos museos tanto clásicos como contemporáneos, con brillantes artistas poco conocidos en estas latitudes, de palacios con historia, de modernos edificios, de amplios parques, del mar, de paseos por su zona antigua, por el puerto con sus pintorescos edificios.

Definitivamente C. era una ciudad que le gustaba, que lo había hecho feliz y donde había disfrutado mucho. Siempre la tenía como referencia. Pero precisamente en eso radicaba la dificultad. Su sabio amigo Antonio le había recordado un viejo adagio: nunca vuelvas a los lugares en donde has sido feliz.

En C. había vivido un intenso amor. Quizás el amor más importante de su vida. Recordaba los paseos con su amada que le enseñaba los lugares más característicos de la ciudad, al tiempo que le contaba su historia, y juntos trataban de descubrir las relaciones con personajes que allí habían vivido, mientras hacían planes para el futuro. Se sentía feliz, ¡muy feliz!, todo en C. le parecía luminoso, cálido, sorprendente y acogedor.

Más un buen (quizás sería mejor decir aciago) día, sin saber por qué, sin ninguna explicación, su amada desapareció de su vida. Los recuerdos de sus paseos, de su sempiterna sonrisa, del sorprendente fluir de su espontánea ternura y su complicidad, recuerdos con los que luchaba en desigual batalla como cuando se lucha con fantasmas, esos recuerdos fueron sustituidos por una profunda decepción que le producía un intenso dolor que le mordía el alma, y de los que solo conseguía aliviarse con elaborados trabajos cognitivos, con procesos de raciocinio por los que intentaba comprender que a pesar de todo la vida le regalaba cada día otras muchas dichas, y que su obligación era aceptarlas y vivirlas.

Pero estaba seguro que en C. no podría ya volver a disfrutar. No se dejaría gozar por la ciudad, estaría deseando y temiendo al mismo tiempo verla aparecer al doblar cualquier esquina. No, no podía ni debía volver a C., tenía razón su sabio amigo.

Entonces su zozobra volvía al punto de partida: a donde ir?. Y era en este punto donde se encontraba prisionero de su proverbial indecisión. 

Tuvo una idea. Iría al aeropuerto y sacaría un billete para el primer avión en el que pudiera aún embarcar, sin importarle su destino. Al fin y al cabo en todas partes hay muchas cosas interesantes por conocer. ¿No era él el que presumía de su enciclopédica ignorancia, haciendo de esa boutade un seguro de entretenimiento para el resto de sus días?

Dicho y hecho. Bajó todas las persianas de su piso, desconectó las corriente eléctrica, cogió su pequeña maleta (ligero de equipaje se sentía más libre), dirigió una última mirada panorámica exenta de la más mínima nostalgia, y se fue camino del aeropuerto.

Una vez allí tardó poco en saber que la idea antes esbozada tampoco le serviría de gran ayuda. Mientras veía los paneles de departures, con sus renglones rápidamente cambiantes y esa especie de tintineo seco de las letras al modificarse, que siempre le recordaban la composición de L. Anderson , no encontraba nada que le resultase atrayente en ellos.

La angustia le invadía nuevamente, un vacío interior le ataba a aquel incómodo asiento metálico, y una oscura fuerza, extraña y desconocida, le impedía dar un solo paso. Tenía que marchar, sí, pero no le apetecía ir a ningún sitio. Ninguno le estimulaba.

Reuniendo fuerzas de flaqueza, arrastrando las piernas, primero una y luego la otra con soberbio esfuerzo cognitivo, que parecían pesar tonelada y unos pies que se pegaban al suelo como poseídos del más atroz parkinsonismo, retornó el camino andado hasta encontrarse nuevamente en su oscura y silenciosa casa. Dejó caer la maleta en el recibidor y se derrumbó en su vieja butaca. Así estuvo inmóvil un tiempo que no sabría cuantificar, con la mente vagando por el vacío.

En esto sonó el característico timbre anunciador de que había recibido un mensaje de whatsapp. Iba a despreciarlo, no estaba él para mensajitos tontoscuando observó que el remitente era su amigo Nacho. Nacho era un tipo serio, que no perdía el tiempo en naderías ni se lo hacía perder a los demás, y además sumamente amable y educado. 

Puso el audio por cortesía hacia su amigo, pero con la misma actitud receptora de quien oye llover, hasta que se percató que era un precioso, intenso, muy erudito y emotivo discurso de Irene Vallejo. Le prestó cada vez mayor atención, así se lo merecía, hasta que oyó aquello de que se hace camino al leer. 

¡Albricias!. Sintió que la alegría saltaba en su interior, todo a su alrededor se volvió luminoso y musical. Se levantó como un resorte, esta vez sin esfuerzo, y fue a tiro fijo a su librería, al anaquel donde reposaba el viejo ejemplar de las poesías de Machado, las que hacía tanto tiempo que no leía por miedo a que también le mordiesen el alma.

Pero en esta ocasión iban a ser la guía que le conducirían por su más importante viaje. El viaje al interior de si mismo, Ítaca segura donde comenzaba el proceso de su añorada reconstrucción. Estaba seguro que así sí conseguiría exorcizar a todos sus fantasmas.

¡Tan lejos y tan cerca!

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