lunes, 28 de febrero de 2022

Un mes, un libro (II): Egoístas, inmortales y viajeras

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I

Con el presente libro el Dr. Carlos López-Otín cierra su Trilogía de la vida, que había comenzado con La vida en cuatro letras y continuado con El sueño del tiempo.

En esta trilogía el Dr. López-Otín nos introduce en las entrañas de la vida, tanto en lo que respecta a sus comienzos como cuando ha de enfrentarse a dos de sus vulnerabilidades, quizá las más importantes, a saber, el envejecimiento como preludio del final y la enfermedad, representada por aquella cuyo solo nombre nos despierta un atávico miedo: el cáncer.

Para ello el autor, extraordinario científico, tras tener que atravesar unas también extraordinarias circunstancias desencadenas por vaya usted a saber que causas, decide salir de su laboratorio, que no de su torre de marfil pues eso nunca lo fue ya que siempre estuvo abierto a todo aquel que necesitó aproximarse al mismo, y dialogar de tú a tú con las personas que cotidianamente transitamos por las calles.

Divulgar la ciencia de un modo claro y comprensible tal vez sea socialmente tan importante como hacerla, aunque los divulgadores no estén tan bien reconocidos. El caso es que el Dr. López-Otín cumple ambos objetivos. Sabe hacer ciencia y del más alto nivel (ahí está su curriculum) y sabe divulgarla del modo más sencillo, pero además con un lenguaje rico y expresivo, regalándonos buena literatura, y además trufado con constantes citas artísticas, pictóricas, musicales, cinematográficas y filosóficas, y con un exquisito respeto a quienes, desde la sinceridad, pudieran pensar de distinto modo. Pertenece a ese grupo de privilegiados que sabe comprender y predicar que los cerebros humanos no son ni de ciencias ni de letras en exclusividad, sino que pertenecen a seres humanos en su totalidad.

En tan peliagudo tema como el cáncer la sabiduría científica y sobre todo la bonhomía del autor nos traslada, en sus propias palabras, del miedo a la esperanza a través de una renovada serenidad y prudente optimismo que se sustenta en el avance de la ciencia.

II

Si en lo científico el Dr. López-Otín goza del máximo reconocimiento internacional, y en lo divulgador goza del apoyo que le dan su legión de lectores, en lo personal es de una humanidad y cercanía que llena plenamente el máximo mandamiento de todos los profesionales del ámbito de la salud: …siempre consolar…

Y sin embargo recientemente se ha visto sometido a una confabulación malvada que a punto estuvo de acabar con su vida.

La gran alegría del día de hoy para mí, en medio de todas la turbulencias por las que atraviesa el mundo, fue que dos personas valientes y honestas han sabido retractarse de las acusaciones vertidas y pedir público perdón.

Esperemos que los hechos que motivaron tal injusticia y que de momento, por la grandeza de espíritu del Dr. López-Otín, quedan en la confidencialidad se aclaren. Es lo mínimo.

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