domingo, 20 de noviembre de 2011

LAS MAÑANAS DEL MUSEO

En esta mañana apacible, tibia y soleada del otoño ovetense continuamos disfrutando de las visitas guiadas, y bien guiadas, a dos obras de nuestro Museo de Bellas Artes de Asturias.

En esta ocasión los objetos de disfrute eran esculturas, y en este caso, dos obras del siglo XX.

En primer lugar, una de Amador: Tetraktys vertical, ondulante y ascendente.



Amador (Rodríguez Menéndez), aunque nacido en Ceuta, decía sentirse asturiano "porque quiero serlo y porque lo eran mis padres, mis abuelos y todos mis antecesores".  Comienza a trabajar con la escultura en 1958, y aunque atraviesa diversas etapas, lo hace siempre en ámbitos muy conceptuales y de profunda investigación matemática, pero a la par, de gran belleza formal y con un trato del material que podíamos denominar de delicado.

Todo eso se expresa en la pieza reseñada, que además de contener toda la sabiduría pitagórico-numérica que la sustenta, realizada en mármol negro, a la que le confiere sensación de ligereza y movimiento, y que acaba invitando a la caricia.

El siguiente autor, lo mismo que el anterior se consideraba y era considerado asturiano, aunque había nacido en Madrid, en 1934. Hablamos de José María Navascués. De comienzos autodidactas, fue pintor, pero fue con la escultura, que estructuraba en series, cuando alcanza su mayor madurez artística, siendo la madera, a la que daba minuciosos y complejos tratamientos, uno de sus materiales preferidos.


Esta obra la realizó en 1975, en madera encerada en negro, en la que define envolturas corporales, de carácter anatómico, con las que se puede interactuar, colocándoselas y dotándolas de un carácter perturbador.

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